sábado, 3 de abril de 2010

Más dolor con clavos




Enseguida el título de INRI es colocado sobre la cruz de Jesús. Los miembros del Sanedrín se enfadan por la leyenda. La consideran ofensiva. Pero Pilatos se rehúsa a quitarla porque piensa que ese era justamente el cargo por el que el Nazareno fue enviado al patíbulo. Al parecer se acostumbraba colocar leyendas sobre las cruces con las acusaciones principales de los reos. Esta fue la que figura sobre Jesús.

Cabe señalar que en ninguno de los cuatro Evangelios se alude a los clavos que son usados durante la crucifixión. Es más adelante, durante la reaparición de Jesús ante sus apóstoles cuando sólo el Evangelio de Juan lo menciona, en la anécdota de Tomás (Juan 20: 24-29). También Pablo hará esta mención en su carta a los Colosenses 2:13. Por mucho tiempo se pensó que podía haber un error, que en verdad no hubo clavos, pues en las crucifixiones que al principio encontraron los arqueólogos no había clavos. No obstante, posteriormente se han hallado, pero en muy raros casos. Se cree que los clavos sólo se aplicaban a prisioneros que habían cometido faltas gravísimas contra el Imperio. ¿Era éste el caso de Jesús?

No parece serlo. Al menos, no coincide con la imagen pacífica que de él nos han dejado los Evangelios y los apócrifos. Así, o los escritos que sobre él existen mienten o, de lo contrario, el Sanedrín movió todas sus influencias para que Jesús fuera castigado con el mayor ensañamiento posible. ¿Por qué? Si la historia de la venganza personal de Anás es cierta, sólo esto podría justificar perfectamente dicho ensañamiento sin contradecir el carácter apolítico del Nazareno.

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