viernes, 6 de noviembre de 2009

Tierra de nadie



Juliano sabía que producir nuevos mártires sólo fortalecería al cristianismo, de modo que sus ordenanzas apuntaron, en primera instancia, a despojarlo de los privilegios conferidos en relación con los demás cultos paganos. Por ejemplo, desde el tiempo de Constantino, muchos cristianos se habían vuelto a sentir con la libertad para destruir a diestra y siniestra templos paganos sin que la ley los culpara de nada, con total impunidad. Con Juliano esto cambiaría y todo cristiano involucrado en este tipo de acción sería considerado un delincuente que tendría que realizar trabajos forzados, participando activamente en la reconstrucción de dichos templos o, de lo contrario, pagar los gastos. Del mismo modo, fue retirado todo apoyo económico y judicial del Estado a la Iglesia. De esta forma, desprotegidos, sin que nadie de arriba los defendiera, los cristianos dejaron de ser abusivos con los paganos. Así, los bienes de algunas iglesias fueron confiscados y no faltó momentos en que el pueblo agredió a los seguidores de Jesús en las calles del imperio.

Una pequeña nube pasajera

Sin embargo, Juliano no estaba satisfecho con todo esto. Quería más. El deseaba erradicar de raíz y para siempre al cristianismo, pero de una forma astuta para no fallar como antes lo habían hecho sus antecesores. Por esto, el emperador emite un edicto en el que se prohibía a los cristianos dar enseñanza regular y recibirla. De esta forma, Juliano pretendía, que al cabo de un par de generaciones, cortar el hilo de su tradición cristiana, creando así el olvido y por tanto ya sin memoria, podía descalificarlos para acceder a puestos importantes en el Estado. Por otro lado, creó una jerarquía semejante a la cristiana para los cultos paganos, con la finalidad de otorgarles una solidez organizativa que pudiera competir efectivamente con la Iglesia. Así, en lugar del papa, se hallaba nada menos que el mismo emperador a la más antigua usanza donde el monarca era a la vez, supremo sacerdote. También hizo lo posible por atraer al pueblo a los santuarios, casi abandonados e introdujo en ellos cátedras de esoterismo. Además impulsó la caridad por medio de instituciones filántrópicas paganas que ayudarían a los más pobres y necesitados con la ayuda de fuertes donaciones estatales.

En resumen, Juliano prácticamente se constituyó en un reformador de la religión pagana, tomando lo mejor del cristianismo como modelo. Pero no contento con esto, escribió varios tratados de filosofía donde argumentaba inteligentemente contra los cristianos.

No obstante, había algo con lo que no contaba Juliano: el paganismo había muerto en los corazones de la gente desde hacía mucho y no por culpa del cristianismo, sino porque su ciclo ya estaba cumplido. Así por más que se esforzó, fue imposible revivir el cadáver. El papa Atanasio, quien fue enviado al destierro por el propio emperador, comentó sarcásticamente sobre lo sucedido: “Esto es sólo una nube pasajera”. Y cuanta razón tuvo este doctor de la Iglesia, pues en el año 362, Juliano se vio obligado a partir a Oriente para combatir a los persas y tan sólo un año después es alcanzado por las flechas de los enemigos, cuando sólo tenía 32 años de edad. Cuentan las leyendas que, en medio de su agonía, Juliano le pidió a su médico particular y amigo íntimo que consultara con el oráculo de Apolo, en Delfos (el más importante del imperio) sobre los acontecimientos futuros. Fue esta la melancólica respuesta registrada en las crónicas:

“Ve y di a tu amo:
El célebre templo es un montón de ruinas,
Es todo lo que queda de la mansión de Apolo:
El laurel profético ha desaparecido,
La fuente de la profecía se calla,
Desde que el agua rumorosa se ha agotado”.

En efecto, el agua rumorosa de las antiguas tradiciones se iba secando. La cristiandad había vencido, pues poco tiempo después (luego de algunos emperadores desechables) subiría al poder Teodosio y sálvese quien pueda.

Objetivo: tragarse todo

El sueño de poder absoluto llegó a su punto culminante en el año 392 cuando el cristianismo se convirtió en el bunker del Dios único. Durante el reinado del emperador Teodosio se proclama a esta secta como religión exclusiva del imperio, entonces todos los cultos fueron prohibidos y pasaron a la clandestinidad. Fue así como empezaron las persecuciones a paganos y cristianos herejes. Por ejemplo, mencionemos la prohibición de sacrificar animales a los ídolos, incensar las casas y hacer peticiones a los penates (dioses tutelares), bajo pena de decomisar la casa en que se efectuaran dichos ritos.

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