domingo, 8 de noviembre de 2009

Apócrifos tardíos, viejas tradiciones




Se ha dicho que los apócrifos no poseen valor histórico. Pero eso da risa, pues los canónicos también estarían con el mismo problema. Como ya dijimos antes, para discernir que es historia y que es mito de los apócrifos y canónicos hay que tener criterio y separar la exageración de la verdad. Como dato podemos decir que desde el siglo II los Padres de la Iglesia certificaban la existencia de la literatura apócrifa. Ya existían. Cada vez más especialistas modernos se inclinan a pensar que sí tienen un valor histórico real pues gran parte de estos escritos provendrían de tradiciones orales sumamente antiguas, contemporáneas a Jesús. Incluso se habla de enseñanzas secretas que recibieron los apóstoles y que las plasmaron ellos mismos o sus estudiantes en escritos posteriormente.

Best-sellers subversivos


Se ha dicho que sólo los escritos canónicos eran leídos, y por ello prevalecieron en el tiempo e ingresaron al canon. Mientras que los apócrifos, como nadie los leía, cayeron en desuso. Falso. A pesar que los cristianos paulistas tenían el prurito de destruir sistemáticamente a los apócrifos, se hacían copias nuevas de éstos que volvían a circular por lo bajo, teniendo una enorme aceptación en los primeros siglos del cristianismo. ¿Qué pruebas hay de eso? ¿Saben lo que es el Decretum Gelasianum? Era una lista de libros apócrifos vetados que la Iglesia se esforzó por difundir en el siglo IV y que ha sobrevivido hasta nuestra época. Nos preguntamos, si no eran leídos, ¿por qué se dieron el trabajo de prohibirlos? Como detalle de interés, sepa usted que el Decretum Gelasianum sirvió de inspiración al Santo Oficio para elaborar luego el tristemente célebre Index, que eran libros prohibidos por la Iglesia, porque les dio la gana, donde estuvieron grandes obras del pensamiento “pecaminosas” como los libros de Federico García Lorca, Pablo Neruda, Jean-Paul Sartre, Ernest Hemingway, para sólo hablar de los modernos y no de Dumas, Victor Hugo, Unamuno, Rosseau, Kant y un largísimo etcétera de siglos y siglos, amén. Vergüenza para la humanidad pensante.

¿Quién escribió la Biblia?

Se ha dicho que los apócrifos son de autores desconocidos. Sin embargo, pensamos que en dicha situación se hallan no sólo los apócrifos sino también los canónicos. La Biblia entera está plagada de identidades falsas. Sinceramente hoy los expertos no pondrían la mano al fuego por ningún escritor bíblico. Ya nadie cree que la Biblia esté escrita por quienes se les atribuye. La verdad es que en general ignoramos quienes pudieron ser los autores reales de los libros de la Biblia. Sólo existen indicios, pistas, no certezas.

No sabemos a ciencia cierta quienes fueron los autores de los evangelios canónicos. Hay teorías que afirman que Marcos, Mateo, Lucas y Juan no fueron personas sino grupos. De allí, que las narraciones den saltos incongruentes. ¿Quién escribió en realidad las cartas atribuidas supuestamente a Pablo? La epístola de Hebreos posiblemente lo escribió algún obispo. Pero eso no es nada. Numerosos especialistas defienden la idea de que el supuesto Mateo teniendo a la mano el escrito del auténtico Mateo, lo combinó con historias persas y egipcias y obtuvo como producto final el llamado “Evangelio de Mateo”.

Si esto sucedió con Mateo, imagínense que habrá ocurrido con los demás evangelios. Tal como dijimos antes, no han sobrevivido originales de la Biblia, ni del Antiguo Testamento ni del Nuevo Testamento. Por tanto, no hay escritos autógrafos, firmados por la propia mano del autor. No hay rúbricas. No existen. Todos los escritos que hay ahora son copias relativamente antiguas algunas, pero copias al fin. Incluso el tan mentado Textus Receptus, que es simplemente un collage de un montón de copias desperdigadas de diferentes tiempos. O sea, una mezcolanza.

¿Quién escribió los apócrifos?

Del mismo modo sucede con los apócrifos: no sabemos quien en verdad escribió el evangelio de Tomás o el de María. Era una costumbre muy común adjudicar un escrito a un apóstol. Eso le concedía mayor pedigree al texto. Por eso, a los apócrifos se les llama “pseudoepígrafes”. Pero, ¡qué tal raza!, el término se emplea exclusivamente a los apócrifos, como si los canónicos no tuvieran el mismo problema. Lo más probable es que los autores de los apócrifos y canónicos fueran personas N.N. que no hicieron otra cosa que plasmar por escrito lo que les contaron: la abundante tradición oral que existía en su tiempo sobre la vida de Jesús.

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