miércoles, 9 de diciembre de 2009

Los padres de María eran estériles


Los padres de María: Joaquín y Ana


Los hebreos se tomaron bien en serio lo de “creced y multiplicaos”. Para ellos no había valor más prioritario que la fecundidad. La falta de descendencia era interpretada como una maldición divina y justamente esa maldición había caído sobre Joaquín y Ana, matrimonio que ya llevaba 20 años intentando tener hijos, sin lograrlo. No interesaba si Joaquín fuera el ganadero más rico de Israel, ni que fuera un reconocido hombre de la ley, y que además fuera una persona muy generosa en las ofrendas al templo y al pueblo. Tampoco importaba que él y su esposa fueran de la tribu de Judá (por lo tanto eran nobles que descendían de la línea de David) ni que fueran rectos y justos. Si no podían tener descendencia eran considerados en Galilea un cero a la izquierda.

Por culpa de la esterilidad, ambos estaban cansados de ser objeto de burlas hasta de sus propios familiares. Harto de los constantes malos tratos de sus coetáneos, una madrugada Joaquín tomó una decisión radical: retirarse a los montes del desierto.

No bajaré de aquí, ni siquiera para comer y beber, hasta que no me visite el Señor mi Dios, que mi oración me sirva de comida y bebida” (Protoevangelio de Santiago).

Mientras Joaquín realizaba su viaje, Ana recibía la visita de un ángel que le comunica que su ruego había sido escuchado y que concebiría una bebé de facultades excepcionales. Ana de agradecimiento promete dedicar la niña al templo. De otro lado, a Joaquín también se le presentaba un ángel (el mismo que habló con Ana) para contarle acerca de la preñez de su esposa. Estando él tan entusiasmado por la noticia se postra y comienza a adorar al ángel, a lo que éste reacciona y le increpa su conducta.

No te llames siervo mío, sino mas bien consiervo, pues ambos estamos en la condición de servir al mismo Señor” (Evangelio del Pseudo Mateo).

Joaquín regresó a su casa después de 30 días. Este dato es interesante, pues indica que Joaquín estaba muy lejos de Galilea y que no subió a ninguna colina o montaña de su zona sino que había marchado hacia los desiertos del sur, quizá Qumrán. Si es así viajó de Judea a Galilea. Así se justificaría el mes de caminata. Una vez de vuelta y luego de un emotivo encuentro con su esposa, realiza un gran sacrificio como agradecimiento, inmolando en el templo diez corderos, doce terneras y cien cabritos. El número es un poco exagerado.

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