domingo, 19 de septiembre de 2010

Jesús, ¿hombre o dios? 12


Inmortalidad, divino tesoro

Cuando Jesús dijo:

“...si vosotros permanecéis en mi palabra, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Juan 8:31)

¿Acaso no estaría ofreciendo el secreto de la inmortalidad (la auto-resurrección) a los que buscaran en forma sincera la elevación espiritual? Secreto que debió estar en los pergaminos entregados por los reyes magos a su madre María: el legendario Testamento de Adán, cuyo misterio sólo podía ser dilucidado por el Avatar elegido para ese tiempo. Jesús buscaba demostrar que se podía ser amo y señor de la materia, llegando a vencer a la muerte. Pero tal ofrecimiento sólo produjo espanto y mayores acusaciones sobre él.

Cabe añadir que el Evangelio de Tomás pareciera que también estuviera hablando de la secreta técnica de autoregeneración:

“Y dijo Jesús: quien encuentre el sentido de estas palabras no gustará de la muerte.... El que busca no debe dejar de buscar hasta que encuentre. Y cuando encuentre se estremecerá, y tras su estremecimiento se llenará de admiración y reinará sobre el universo”. (Logia 1,2)

Actualmente, la ciencia ya está metiendo las narices en la idea de “resurrección”. Este concepto mítico está dejando de ser una idea descabellada para convertirse en una posibilidad para la medicina regenerativa. Así lo acredita una noticia publicada en octubre del 2006 en el diario argentino “La Nación”, donde se declara que el biólogo franco-croata Miroslav Radman del Instituto Nacional de la Salud y de la Investigación Médica (Francia), logró comprender el proceso de “resurrección” de la Deinococcus radiodurans, una bacteria que es capaz de reparar su patrimonio genético para volver a la vida. Su hallazgo ha sido publicado en la revista Nature.

La Deinococcus radiodurans es una bacteria anodina. Está en todas partes y no es patológica, de modo que no hay que tenerle miedo. Algunas especies se encuentran sobre todo en los desiertos y encima de las piedras. Hoy Radman ha fundado en la ciudad croata de Split, el Instituto Mediterráneo para las Ciencias de la Vida. Su idea es reunir a jóvenes investigadores “a fin de generar una ciencia original e innovadora y donde puedan trabajar en plena libertad”.

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