sábado, 15 de mayo de 2010

Continuando con los años perdidos


María sin herencia

En el Corán se refieren a Jesús como Isa ben Myriam, es decir, “Jesús, hijo de María”. Con respecto a ellos, aparece una alusión en dicho libro sagrado:

“Les dimos un lugar de refugio”.

¿Qué quiere decir esto? Está claro como el agua. Significa dos cosas: Primero, que Jesús salió acompañado y qué mejor que con su madre, quien ahora era viuda. Y segundo, que pasaron un tiempo en territorios árabes, entre tribus ismaelitas. Pero, ¿qué pasó con la herencia de Joaquín y José? ¿Por qué María y Jesús optaron por renunciar a ella alejándose indefinidamente de Palestina?

En primer lugar, las viudas no recibían herencia alguna sino los hijos, pero como al parecer José había vendido o dejado en alquiler los terrenos de Belén antes de viajar a Egipto, no había mucho que heredar, por lo menos hasta que se cumpliera el Jubileo (ciclo de 50 años), donde los terrenos alquilados eran devueltos a sus verdaderos dueños. En cuanto a la fabulosa herencia de Joaquín y la casa de Galilea, recordemos que el Pseudo Mateo (capítulo 152) dice que la madre de María había enviudado y vuelto a casar (por levirato, lo más posible) con Cleofás, supuesto hermano de Joaquín. Era una costumbre judía que una viuda que no había tenido hijos varones, las tierras debían pasar a manos del pariente masculino más cercano al difunto. Si dicha versión fuera correcta, las propiedades habrían pasado a manos de Cleofás (segundo esposo de la madre de María, Ana) y al primer hijo varón que él pudiera concebir con Ana (la viuda de su hermano), pero no sabemos si llegó a ocurrir.

En todo caso, según la ley mosaica, María no tenía derecho alguno a esas posesiones. Sin embargo, para que las viudas como María no quedaran desvalidas con el fallecimiento del cónyuge fue instituido el matrimonio de levirato. La ley obligaba al pariente varón más cercano de José a desposar a María, beneficio que al parecer, ella desechó y prefirió marchar con su hijo a tierras lejanas acompañándolo en su necesario escape hacia Oriente. No obstante, parece que al regreso del larguísimo periplo de más de veinte años, María aceptaría finalmente el matrimonio de levirato con un presunto hermano de José llamado Alfeo.

Respetado por los árabes

En el libro árabe Tafsir Ibn-i-Jarir at-Tabri, escrito por un tal Ibn-i-Jarir, se afirma:

“Jesús y su madre María, tuvieron que emigrar de Palestina y partir hacia un país lejano, pasando de país en país”.

En realidad, no es de extrañar que existan tradiciones complementarias a las bíblicas entre los árabes, ya que para los musulmanes Jesús no era el Mesías, pero sí un muy respetable profeta. Así, si Jesús permaneció algún tiempo en tierras ismaelitas, los árabes habrían tenido buen cuidado de registrarlo entre sus leyendas. Y así fue.

Comienza el gran viaje

¿Qué país lejano se refiere Ibn-i-Jarir en su escrito? Debemos recordar que de Galilea partían las grandes caravanas a Damasco (al norte, en Siria) y en esa ruta da la casualidad que (a unos tres kilómetros de donde se supone estaba ubicado Nazareth) existe hoy un lugar conocido como Maqam-I-Isa (Lugar de Estancia de Jesús). De otro lado, en Damasco existía ya una colonia judía como lo podemos deducir de Hechos 9:4, de modo que Jesús y María se habrían marchado en busca de los parientes lejanos (y de otros esenios o de simples judíos), emigrados en tiempos de los destierros.

En la valiosa recopilación de datos que hace Faber Kaiser en su obra, nos cuenta que hay un libro clásico de historia antigua persa llamado Rauzat-us-Safa (escrito por Mir Khwand) en donde se lee:

“Jesús y María abandonaron la ciudad (¿de Damasco?) y se encaminaron hacia Siria”

(quizá Alepo, próxima parada en las rutas comerciales), es decir, más hacia el norte aún, territorio de las colonias hebreas afincadas en el extranjero, que debieron por entonces estar dispersas entre lo que hoy es Afganistán, Gagh, Bokhara, Khorasán, Kokhant, Samarkanda, Tíbet, China occidental, India y Pakistán.

Las fuentes de Faber Kaiser

Faber Kaiser, en su libro sobre Jesús, enumera también una serie de obras que hablan de la posible vinculación entre los israelitas deportados en tiempos del dominio babilónico y los afganos, lo que es muy posible. Entre ellos está el libro de Al-Haj Khawaja Nazir Ahmad, el libro de historia universal de Bukthawar Khan, el tratado de historia de Niamatullah y el de Hafiz Muhammad Zadeek. Luego nombra a cuatro autores ingleses que corroboran tales ideas: George Moore, Sir William Jones, Sir John Malcom y Chamberlain. Por último, añade a la lista a tres historiadores cachemires: Mulla Nadiri, Mulla Ahmad y Abdul Qadir bin Qazi-ul Quzat Wasil Ali Khan, y a un autor jesuita llamado Catrou, quien escribió una Historia General del Imperio Mongol. Todos ellos tienen un denominador común: sostienen que existían innumerables colonias judías viviendo por toda Asia.

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