lunes, 11 de enero de 2010

Las rabietas de Jesús



La vida con los nazarenos

Después del viaje a Egipto de la Sagrada Familia, escribe Mateo:

…y vino y moró en una ciudad de nombre Nazareth para que se cumpliera lo que se habló por medio de los profetas: será llamado Nazareno”

De otro lado, Lucas quien no ha mencionado para nada ni a los astrólogos persas ni la persecución de Herodes, escribe:

“…se volvieron a Galilea, a su propia ciudad de Nazareth. Y el niñito continuó creciendo y haciéndose fuerte, lleno como estaba de sabiduría.”

Sin duda, debió seguir creciendo al lado de los nazarenos, secta muy estricta y hermética. Allí la Santa Familia estuvo mejor custodiada que en ningún otro lugar, pues eran los terrenos de pastoreo del abuelo Joaquín al abrigo de sus peones nazarenos. Además conocían a María desde siempre y es muy posible que muchos de ellos empezaran a considerar y la idea de que Jesús era en verdad alguien muy especial.

Un vacío

A partir de aquí se producen en los evangelios canónicos un vacío de nueve años en los evangelios canónicos que los apócrifos exploran con bastante detalle. Cabe preguntarse, ¿por qué los canónicos callan lo sucedido durante este lapso de la vida de Jesús? Quizá porque la infancia de Jesús no fue una infancia ideal sino, todo lo contrario, angustiosa y llena de dificultades propias del crecimiento de un niño diferente al resto. Demasiado despierto en sus facultades. Antes de continuar es pertinente explicar muy brevemente qué es la energía PSI, pues como veremos después, Jesús durante su infancia tuvo serios problemas para manejar al comienzo esa potente energía con la que había venido al mundo.

Poderes

Lo sabemos. Hoy está de moda hablar de poderes extra humanos, de mutaciones y cosas por el estilo. Ya es la cosa más normal de mundo. Lo vemos en lnternet, en las series de televisión, en la literatura, el cine y hasta en el anime. Pero alguien se ha preguntado, ¿qué necesidad subyace y late en el fondo del imaginario colectivo que hace que salga a flote estas manifestaciones? ¿Acaso el género humano ya está preparado para saber lo que antes sólo lo sabían pequeñas elites en la antigüedad? Es hora de hablar del factor PSI.

En sánscrito a los “poderes” se les denomina siddhis. Son todas esas experiencias que contra todo pronóstico no deberían existir, pero existen. Se filtran en los resquicios de nuestra rutina diaria. Las coincidencias que Jung llamaba “sincronicidad”, es sólo la punta del iceberg. Veamos que hay más allá.

Las tradiciones afirman que estos fenómenos son generados por una fuerza sobrenatural que está desconectada en todos nosotros y que una vez sintonizada, se debe aprender a manejar. Ahora la actividad PSI ya se estudia en algunas universidades de todo el mundo como parte de la carrera de psicología. El término “parapsicología” está cayendo en desuso, porque los fenómenos PSI han dejado de ser considerados esporádicos para convertirse en eventos cotidianos. Básicamente se dividen en dos tipos: los de percepción extrasensorial (PES) y los de psicokinesis (PK). En el primero, la mente funciona como un gran radar que capta e intuye acontecimientos e ideas. Es el caso de las corazonadas, ya sean éstas clarividencia o telepatía. En cambio en el segundo caso, la mente influye sobre el contexto. Hace levitar objetos o al propio cuerpo, altera el organismo (para sanar o enfermar), teletransporta cosas, materializa de la nada o crea alucinaciones en los demás. La emoción es el combustible. Sea la emoción que sea. En las religiones se suele manipular los fenómenos PSI.

Las pataletas de Jesús

Volviendo a la historia de Jesús, el Pseudo Mateo empieza contándonos una anécdota que figura en varios apócrifos. La escena sucede en algún lugar no especificado de Galilea. Jesús es un chiquillo inquieto de tres años. En el Pseudo Tomás tiene cinco años mientras que en el Evangelio Árabe, siete. El muchacho está jugando con otros niños a las orillas del Jordán, mientras María está lavando ropa.

Su juego consiste en hacerse unas balsitas de barro (siete, específicamente) que las pone a navegar por unos canales de agua que él mismo había hecho en la tierra. Pero un niño estropea la entrada de agua de estos canalitos. Entonces, el niño Mesías se pone furibundo y maldice al fastidioso quedando éste fulminado al instante. Claro, de ser cierto, ¿cómo podría contarlo la Iglesia a los feligreses? ¿Cómo explicarle a la gente que el niño Jesús no era ningún santo?

Obviamente, los padres del difunto armaron un gran escándalo. La familia de Jesús no sabía donde meter la cara. Una multitud se agolpa a su alrededor empezando a vociferar contra María y Jesús. Entonces, la madre habla inmediatamente con su hijo y lo convence que perdone al niño. Jesús lo hace y resucita al muerto (¿estaría muerto de verdad?). Luego, continúa jugando como si nada hubiera ocurrido.

Infancia problemática

Que estos prodigios hayan ocurrido o no, poco importa en realidad. Lo que interesa es la insinuación de que la niñez de Jesús no fue color de rosa, como iremos viendo, sino que estuvo plagada de sucesos inquietantes que producía alrededor suyo una atmósfera de incomprensión constante, ya que el Jesús, era lógico, no fue un niño normal, como era de esperarse de un Mesías en crecimiento. Recordemos que el niño Krishna era también una pata de judás pues se le describe turbulento, malicioso e incluso algo ladrón.

El viejo odio de Anás

Continuando con el Pseudo Mateo, se nos manifiesta que un judío había criticado a Jesús por hacer las esculturas de barro durante el sábado y era nada menos que el joven hijo de Anás. Entonces, enfurecido este sujeto destruye con un bastón lo que estaba moldeando Jesús. Ipso facto, éste reacciona y le grita: “Oficina de Satanás” y le arroja una maldición, cayendo el hijo de Anás muerto al instante ante la vista y paciencia de todos.

Esta parece una segunda versión del relato anterior, insertada dentro del mismo apócrifo, pero en esta segunda historia las implicancias del descontrol de Jesús eran realmente serias. De ser cierto lo sucedido, quizá habría sido el motivo real de tanto ensañamiento que demostró el sacerdote Anás, años más tarde durante el proceso de Jesús. Al parecer el chico afectado era el primogénito de Anás, es decir, el hijo más querido entre los judíos, ya que se sabe que Anás tuvo otros hijos y que cada uno de ellos llegó a servir en el templo.

Rabietas divinas

Tras esta muerte, una comitiva asustada acude donde José para decirle lo siguiente:

“Quita a este Jesús de entre nosotros, pues así no puede vivir en nuestro pueblo. O sino, dile que bendiga siempre en lugar de maldecir, pues todo lo que sale de su boca se convierte en realidad”.

Un ruego muy legítimo, en verdad. Esta anécdota también figura en el Pseudo Tomás y en el Evangelio Árabe. El incidente termina en que, después de una dura reprimenda de su padre adoptivo, Jesús resucita nuevamente al muerto. Sin embargo, la gente debía sentirse muy temerosa e insegura viviendo al lado de ese esperpento. El Pseudo Mateo dice textualmente que José le grita a Jesús:

¡Por tu culpa nos odian!”

Al fin de cuentas, ellos eran seres humanos. Falibles, como todos.

¿Realmente pasó así?

Particularmente no creemos que las cosas hayan ocurrido exactamente del modo que lo plantean los apócrifos, pero dado que Jesús era un ser especial, debió poseer desde niño facultades mentales que podían salirse de su control ante un estado de ira. Así, es muy probable que su eventual cólera infantil haya provocado accidentes o enfermedades en la gente que lo sacaba de quicio y después estos hechos fueron exagerados a la hora de ser escritos en el papiro.

Domando a la fiera

Además de este tipo de problemas, Jesús tenía dificultades con los profesores. Obvio. El Pseudo Mateo nos cuenta una anécdota con un maestro llamado Zaquías, quien veía a Jesús (ya de cinco años), como una especie de potro salvaje que había que domar. Por las palabras que Zaquías dirige a José deducimos que el padrastro de Jesús estaba reacio a educar al chiquillo con profesores, quizás porque sabía que era un niño diferente, rebelde y difícil. Eso se refleja en la contestación de José:

¿Y quién será capaz de gobernar y educar a este muchacho? Si tu te crees con fuerzas suficientes para ello, no hay inconveniente alguno por nuestra parte de que lo instruyas en esas cosas que enseñas también a los demás”.

Pero, cuando el profesor conversa por primera vez con Jesús, el niño se resiste a ser instruido por un simple mortal, argumentando su divinidad. ¿Arrogancia infantil? Con ello provoca una vez más el estupor de los testigos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario