lunes, 29 de marzo de 2010

¿Dónde rayos crucificaron a Jesús?



¿Dónde estaba la cruz?

Lucas dice que mientras Jesús caminaba por el empedrado, un gran grupo de mujeres estaba siguiéndolo de cerca, llorando y gimiendo. Seguramente entre ellas estarían las famosas tres Marías: la Virgen, la tía Salomé y la Magdalena. Según el apócrifo Actas de Pilatos, los malhechores Dimas y Gestas marchan cargando sus respectivos maderos. La pregunta es: ¿cuál fue el recorrido que en verdad hicieron? En la actualidad, es un misterio. Los especialistas no se ponen de acuerdo. Los evangelios no especifican que tan lejos se hallaba este sitio de la fortaleza Antonina.

Se dice que donde antes estaba el Gólgota y la tumba de Jesús, hoy está la Iglesia del Santo Sepulcro, situada dentro de los muros de la Jerusalén. Pero esta ubicación también es discutible, pues nunca se hizo ningún intento por determinar el lugar donde Jesús fue ejecutado y muerto hasta el siglo IV d.C. Recién el emperador Constantino encomendó la tarea (326 d.C.) al obispo Macario y a su propia madre (Santa Elena), quienes llegaron a la conclusión de que el templo de Adriano a Afrodita había sido construido encima del santo sepulcro.

Por eso, Constantino ordenó la demolición de este templo, encontrando en ese lugar una tumba cortada en la roca, que fue aclamada como la tumba de Jesús. A unos 85 m. de allí supuestamente encontraron los restos de tres cruces, atribuidas a Jesús y a los ladrones.

Esta versión es totalmente fantasiosa, ya que si Jesús fue ejecutado en un lugar donde todos los días se castigaba a incontables reos enemigos del Imperio, lo más lógico es pensar que las ejecuciones tendrían que haber continuado haciéndose después de la muerte de Jesús por muchas generaciones más, en el mismo lugar. Cuando el obispo encontró estos vestigios, se dice que uno de los maderos hallados demostró poseer poderes curativos y, como consecuencia, se afirmó que era la cruz de Jesús (¡qué buen argumento!).

Esta historia nos la cuenta Eusebio, quien asegura que además se encontraron en el mismo sitio los clavos y el INRI (IESUS NAZARENUS REX IUDAEROUM) que parece la única parte verídica de toda la historia, pues esta reliquia, según los expertos, parece auténtica y motivó una serie de noticias interesantes durante el año 2000. Una de ellas dice:

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ABC

Historiadores confirman la autenticidad del “Título de condena” de la Cruz de Jesús

ROMA. Juan Vicente Boo corresponsal


El “Título de condena” que indicaba sobre la cruz de Jesús la causa de su ejecución ha llegado hasta nuestros días, según afirmó ayer el historiador alemán Michael Eximan, autor del primer estudio contemporáneo sobre el fragmento conservado en la basílica romana de Santa Cruz de Jerusalén.

La pieza de nogal de 14 por 25 centímetros y 687 gramos de peso es una parte del “Titulus damnationis” El análisis de Michael Hesemann ha sido, sobre todo, histórico, arqueológico y paleográfico, con la colaboración de docenas de arqueólogos, epigrafistas y orientalistas.
El fragmento del “Título de condena” que se conserva en Roma no incluye toda la frase que menciona San Juan en el capítulo 19 de su evangelio, «Jesús Nazareno, Rey de los judíos» (INRI en sus iniciales latinas), sino tan sólo algo más de la parte correspondiente a «Nazareno». De la línea más alta en hebreo se ve sólo la parte inferior de algunas letras. En cambio, la palabra “NAZARENUS” se lee bien tanto en la línea intermedia en griego como en la inferior en latín.

La línea griega incluye al final una B, la primera letra de “basileous” (rey), mientras que la línea latina añade dos letras: el inicio de la palabra “rex”. Los tres textos están escritos de izquierda a derecha, como hacían a veces los escribanos judíos, habituados al sentido del hebreo. El estudio epigráfico coordinado por Michael Hesemann confirmó un consenso entre los especialistas.

El tipo de letra hebrea permaneció en uso entre los siglos I y IV. En cambio, la letra griega es, claramente del siglo I, como sucede también con los caracteres latinos.

FALTA DE ESTUDIOS SERIOS

Curiosamente, incluso los errores del texto apuntan a la veracidad de una reliquia a la que no se prestaba demasiada atención debido a que el interés se ha concentrado siempre en la Cruz. Nadie había emprendido un estudio arqueológico serio sobre una inscripción que tanto podía ser la auténtica como un instrumento pedagógico para etiquetar en Roma las reliquias de la Cruz, descubiertas el año 325 bajo el templo de Afrodita en la ciudad refundada por el emperador Adriano el año 130.

Fueron traídas de Jerusalén por Santa Elena, la madre del emperador Constantino, quien había tenido una visión de la cruz el año 312 durante su guerra civil contra Majencio.

El prefecto romano, Poncio Pilatos, condenó a muerte a Jesús por haberse declarado “mesías” o “rey” de los judíos, un delito de traición a Roma. El delito debía figurar en su “Titulus damnationis”, lo mismo que el nombre del reo y, como el de “Jeshua” era bastante común, su lugar de nacimiento o algún otro detalle de identificación.

La palabra “Nazarenus” es correcta en latín, el idioma oficial de un texto escrito en tres lenguas precisamente para que lo entendiesen los judíos y forasteros venidos a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Quizá por eso emplea una mera transliteración del latín para la palabra griega “nazarenous”, que debería ser “nazoraios” si respondiese al término original hebreo.

La parte del “Titulus Vía” conservada en Roma es casi la central, pero no muestra señales de un clavo que la fijase al estípite vertical sobre el que se fijaba el patíbulo o parte horizontal de la cruz.

El estudio de las doce formas de crucificar y de los diversos tipos de cruz señala que, frecuentemente, el título se ataba con una cuerda.

La tabla de madera conservada en la basílica romana, construida sobre la capilla del palacio de Elena el año 327 es, según Hesemann, “el documento jurídico del proceso más importante de la historia”.

ESCONDIDO POR LOS SAQUEOS

El resto de la tabla, según expone el investigador en el extenso libro “Titulus Vía” que presentó ayer en Roma, fue venerado en Jerusalén. Por eso los testimonios más antiguos, como el del historiador Sozomenos de Gaza el año 443 se refieren al texto “(RE)X IUDAEORUM”, que era el del fragmento dejado por Santa Elena a la iglesia local de Jerusalén, donde Constantino levantó enseguida la Basílica del Santo Sepulcro.

La reliquia jerosolimitana se perdió el año 614 durante la invasión de Cosroes e incluso la romana “desapareció” durante varios siglos. Había sido escondida dentro de un muro de la basílica de la Santa Cruz para protegerla de los frecuentes saqueos de Roma y del robo de reliquias.

Fue descubierta el uno de febrero de 1492, siendo papa Alejandro VI de Borgia, quien autorizó el culto en 1496. El estudio científico del Santo Sudario de Turín, (Italia) es materia de una cátedra universitaria específica de sindonología en la Universidad Lateranense desde hace cinco años.

Muy probablemente, la cátedra incluirá también el “Titulus” pues junto al rostro del sudario aparece también la palabra “nazarenus” en caracteres griegos”.

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¿Avala este hallazgo el descubrimiento del Santo Sepulcro que realizó Santa Elena? No necesariamente. Debemos recordar que se trata sólo de una leyenda. Con visiones y milagros extraordinarios de por medio. Pero nada más. La reliquia pudo haber llegado a manos de la gente de Constantino de mil maneras mucho más simples. Luego se le adjudicaron maravillas para engrandecer el hecho.

Cuando Santa Elena encontró esta antigüedad, ya habían transcurrido más de 300 años de cristianismo.
Es muy probable que los objetos que rodearon la muerte de Jesús hubieran pasado como herencia, de mano en mano de familias cristianas. De ser encontradas en tumbas, fácilmente podrían ser las tumbas de los seguidores que guardaron estas cosas como verdaderos tesoros de su fe. En suma, la reliquia del título podría ser verdadera, pero el lugar donde fue encontrada no significa nada.

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