lunes, 21 de diciembre de 2009

La terapia secreta de María


Según Lucas, después de la anunciación, María acude a las montañas a visitar a su parienta Elizabeth. Ella no necesitó que María le contara nada sobre su anunciación sino que se comportó como si ya lo supiera o como si estuviera formando parte, bastante concientemente, de un proyecto mesiánico donde los embarazos insólitos debían ocurrirles a ciertas mujeres previamente seleccionadas para tal fin.

También narra Lucas en 1:41-42 que Elizabeth reconoce al bebé de María como superior al suyo, pero es muy posible que esto sea un inserto cristiano posterior colocado para resaltar la figura de Jesús por encima de la de Juan Bautista. Es más, hay razones para pensar que María olvidó o no tomó en serio lo que el Mensajero le dijo con respecto a su futuro hijo. Quizá nunca lo creyó o nunca lo oyó verdaderamente de boca de Gabriel. Esto lo vemos claramente en el Protoevangelio, que dice textualmente:

“Pero María se había olvidado de los misterios que le había comunicado el arcángel Gabriel”

Así, tal vez por su gran humildad o inexperiencia, la propia María llegó a pensar que Juan Bautista era el Mesías esperado por todos los judíos y no su hijo Jesús. Sin embargo, el azar hace jugarretas muchas veces. ¿Acaso los que manipulan el destino tenían una carta bajo la manga, a favor de Jesús?


¿Hubo realmente anunciación?


Cuenta la Natividad de María que a medida de que José empieza a darse cuenta de lo que le ocurría a María, “cayó presa de la agitación y zozobra, no sabiendo qué partido tomar”. Los otros apócrifos son aún más dramáticos. Agregan que José lloraba amargamente y se lamentaba como sólo los semitas saben hacerlo. En el Protoevangelio, José cree que María ha sido víctima de una violación o de su propia lujuria y la increpa duramente, pero lo que le contesta la joven María da qué pensar. De ser ello verdad, la anunciación jamás se habría producido. Textualmente dice:

“¡Por mi vida del Señor, mi Dios, que no sé de donde ha venido esto!”

¿Mintió María?

En el Pseudo Mateo las doncellas que cuidaban a María abogaban por ella asegurándole a José que “ningún varón la ha tocado” mientras ellas la vigilaban. Sin embargo, confiesan que un “ángel la visita diariamente” para continuar alimentándola con un raro preparado. Lo que responde José es muy ilustrativo:

“¿Por qué os empeñáis en hacerme creer que ha sido precisamente un ángel quien la ha hecho grávida? ¡Puede muy bien haber sucedido que alguien se haya fingido ángel y la haya engañado!”

Así que, más sabiendo el diablo por viejo que por diablo, José no creyó ni en las palabras de su mujer ni en las de sus doncellas. Y no era para menos. Aceptar que Elizabeth quedara encinta después de muchos años de matrimonio era más fácil que creer que una virgen quedara preñada sin intervención de hombre alguno. Sin embargo, si las historias son ciertas, tanto Elizabeth, como Ana y como María, quedaron embarazadas cuando los esposos estaban ausentes. Entonces no se trataría de una simple “cura de esterilidad” sino de algo más complejo. ¿Qué podría ser?

Hipótesis: Partenogénesis

En la selva del Amazonas de Sudamérica, las lugareñas tienen muchísimo cuidado de no bañarse en ciertas lagunas, pues algunas de ellas tienen fama de embarazar sin intervención de un hombre. Los investigadores especulan al respecto. Afirman que la combinación de plantas circundantes, trituradas y mezcladas en el agua empozada de estas lagunas podría producir alguna sustancia hormonal que desatara un mecanismo primitivo de reproducción, aún vigente en algunas especies, llamado “partenogénesis”, que es el nombre científico que recibe la reproducción de las especies sin el concurso de los sexos. Se sabe que esta forma de reproducirse se desencadena debido a factores como la alimentación, la temperatura y la luz.

Cabe añadir, que en noviembre del año 2006 se han empezado a realizar experimentos de partenogénesis en los laboratorios para obtener células madre sin formar embriones. Los científicos argentinos Ester Polar y José Cibelli activaron por primera vez óvulos humanos sin requerir espermatozoides. El óvulo lo han podido segmentar sin que haya sido fecundado. Tal hecho ocurre por factores ambientales, químicos, descargas eléctricas, etc. En algunos casos, han requerido del contacto o la fusión con un gameto masculino, pero no se ha completado el proceso de la fecundación. Por tanto, la célula masculina no ha contribuido con sus genes. Lo interesante de este dato es que ya actualmente se está comenzando a experimentar con la partenogénesis. ¿Qué vendrá después?

La terapia secreta

¿Conocieron los esenios la partenogénesis? ¿Supieron controlarla en secreto? ¿Lo aprendieron de los Mensajeros? Por ahora es difícil asegurarlo, pero no podemos olvidar que la infancia y juventud de María estuvo plagada de tratamientos extraños y alimentaciones peculiares elaboradas por los propios ángeles y que quizá también recibieron Ana y Elizabeth.

Además, debemos recordar que los esenios practicaban baños rituales en bañeras especialmente construidas para ese propósito, costumbre que muy raramente ejercían los judíos comunes. ¿Acaso Ana, Elizabeth y María recibieron baños especialmente preparados para producir sus insólitas concepciones? Sólo el tiempo y mayores investigaciones podrán develar este fascinante misterio. El asunto es que aún en la partenogénesis es necesario un donante de esperma, un padre biológico. Aunque no se produzca el acto sexual. Porque de lo contrario, estaríamos frente a una clonación y las criaturas nacidas serían necesariamente hembras como su madre. ¿Quién o quiénes fueron los padres de estos niños tan peculiares? ¿Dios? ¿Los ángeles? ¿Los Elohim? ¿Los Mensajeros? ¿Los esenios? Por ahora saberlo es prácticamente imposible, pero aún hay gente que recuerda aquel rumor que cundió a fines del siglo XIX en el que Jesús era hijo de un soldado romano o griego, quien habría engañado, violado o simplemente enamorado a María.

¿Era el padre de Jesús un soldado?

Este chisme se corrió a raíz de un libro que escribió Houston Stewart Chamberlain titulado “Los fundamentos del siglo XIX”, donde se cita los nombres con que se conocía a Jesús en el Talmud. Estos son: Yoshua ben Pandera, Yoshua ben Pantera y Yoshua ben-ha Pantera. Si bien las palabras Yoshua ben son totalmente judías y significan “Salvador hijo de…”, Pandera y Pantera no son términos hebreos, por tanto no tienen ningún significado en ese idioma. Ello hizo que los judíos pensaran que se trataba del nombre de algún extranjero. Hubo quienes llegaron a asegurar que era un guerrero ario.

En realidad, es más probable que Pandera o Pantera sean la deformación de la palabra griega Parthenos que quiere decir “virgen”. De modo que Yoshua ben Parthenos significaría en lenguas mezcladas (hebreo y griego) “Jesús hijo de la virgen”, que era la forma como quizá los judíos griegos parlantes se referían a él. Algo parecido encontramos en el Corán. Allí a Jesús se le recuerda como Isa Ibn Maryam (Jesús hijo de María). Lo que era poco común pues a nadie se le nombraba por el nombre materno a menos que se desconociera al padre, que ese fue el caso de Jesús.

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