viernes, 4 de junio de 2010

El arte y los apócrifos 7



Las comadronas

Este friso se encuentra en la Cátedra del Obispo Maximiano de Ravena (Italia). Siglo VI. Se ve a la partera Salomé mostrando su brazo paralizado. Esta escena con las comadronas solo se halla en los escritos apócrifos como el Pseudo Mateo y el Protoevangelio de Santiago.

Se cuenta en esos apócrifos que la partera Salomé no creyendo que María seguía siendo virgen después del parto, decide comprobarlo por ella misma, palpando a María. Por su incredulidad su mano queda paralizada al instante, siendo después curada por el niño Jesús. La partera, maravillada por el milagro, decide ser la partera de Jesús de por vida.

Obviamente, esta escena fue escrita por un devoto seguidor que quería justificar la virginidad de María post parto. Como ya dijimos antes, la historia y el mito se entrelazan no solo en los textos apócrifos sino también en los canónicos.

Aquí lo que dice el Pseudo Mateo:

Te he traído dos comadronas, Zelomi y Salomé, mas no osan entrar en la gruta a causa de esta luz demasiado viva. Y María, oyéndola, sonrió. Pero José le dijo: No sonrías, antes sé prudente, por si tienes necesidad de algún remedio. Entonces hizo entrar a una de ellas. Y Zelomi, habiendo entrado, dijo a María: Permíteme que te toque. Y, habiéndolo permitido María la comadrona dio un gran grito y dijo: Señor, Señor, ten piedad de mí. He aquí lo que yo nunca he oído, ni supuesto, pues sus pechos están llenos de leche, y ha parido un niño, y continúa virgen. El nacimiento no ha sido maculado por ninguna efusión de sangre, y el parto se ha producido sin dolor. Virgen ha concebido, virgen ha parido, y virgen permanece.

4. Oyendo estas palabras, la otra comadrona, llamada Salomé, dijo: Yo no puedo creer eso que oigo, a no asegurarme por mí misma. Y Salomé, entrando, dijo a Maria: Permíteme tocarte, y asegurarme de que lo que ha dicho Zelomi es verdad. Y, como María le diese permiso, Salomé adelanté la mano. Y al tocarla, súbitamente su mano se secó, y de dolor se puso a llorar amargamente, y a desesperarse, y a gritar: Señor, tú sabes que siempre te he temido, que he atendido a los pobres sin pedir nada en cambio, que nada he admitido de la viuda o del huérfano, y que nunca he despachado a un menesteroso con las manos vacías. Y he aquí que hoy me veo desgraciada por mi incredulidad, y por dudar de vuestra virgen.

5. Y, hablando ella así, un joven de gran belleza apareció a su lado, y la dijo: Aproxímate al niño, adóralo, tócalo con tu mano, y él te curará, porque es el Salvador del mundo y de cuantos esperan en él. Y tan pronto como ella se acercó al niño, y lo adoró, y tocó los lienzos en que estaba envuelto, su mano fue curada.

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